EL FINAL DE UN PERIÓDICO
El diario ‘La Gaceta’ ha publicado su último
número en papel el jueves 26 de diciembre de 2013. Como periodista, la
desaparición de un medio de comunicación me apena pero, en este caso concreto,
la noticia me ha compungido más debido a que buena parte de mi carrera
profesional tuvo lugar en esa casa, aunque bien es cierto que eran otros
tiempos…
‘La Gaceta de los Negocios’, que así se
llamaba en su origen, fue fundada en el año 1989 por Antonio Asensio Pizarro,
creador del Grupo Zeta. Su primera sede estuvo ubicada en la calle O´Donnell de
Madrid y su primer director fue José Antonio Martínez Soler.
La experiencia no acababa de convencer a
Asensio, así que decidió desprenderse del periódico, que acabó en manos del
periodista Carlos E. Rodríguez en 1995. Antes que él también fueron directores
Rafael Rubio y Juan Cacicedo. Rodríguez se llevó el periódico al número 36 del
Paseo de la Castellana, donde también montó la emisora Radio Intereconomía.
La etapa de Carlos E. Rodríguez fue algo
tumultuosa y, tras un periodo con Marisa Navas como directora, el periódico
acabó en manos de un grupo de empresarios, con Antonio Garamendi como
presidente, que se encargaron de gestionarlo provisionalmente hasta su venta
definitiva. Jesús Rivasés fue el director durante esa transición.
Ese ansiado comprador llegó en 1997 y era
Juan Pablo de Villanueva, experimentado periodista, fundador del Grupo
Recoletos y antiguo director de Nuevo Diario, Actualidad Económica, Expansión y
Marca. Villanueva mantuvo a Rivasés en la dirección durante los primeros meses
y se llevó el periódico a la calle Pantoja, en el barrio de Prosperidad.
Hasta aquí he tratado de hacer un relato lo más
objetivo posible de la historia del periódico que yo no viví en primera persona.
A partir de ahora la narración será mucho más personal, pues ya forma parte de
mi propia vida. Escribo para homenajear a todos aquellos que se dejaron una
parte de sí en esa casa, y también porque, como mi memoria es frágil, quiero
que mis recuerdos queden por escrito para poder rememorarlos cuando el olvido
se apodere de mi cabeza.
En 1998 yo era un pipiolo. Estudiaba
Periodismo en la Universidad Complutense y, como no tenía donde caerme muerto,
mandé currículos a diestro y siniestro con la esperanza de que alguien se
apiadase de mí. De la mayoría de los medios no tuve ni siquiera respuesta, algo
que suele pasar, y de otros apenas recibí un escueto acuse de recibo. Pero un
buen día de mayo recibí una llamada de Carmen Reoyo, secretaria de redacción,
que me convocaba a una entrevista con Hernando Calleja, director adjunto de ‘La
Gaceta de los Negocios’.
El día fijado me puse mis mejores galas y
acudí al número 14 de la calle Pantoja. Subí a la primera planta y vi por
primera vez la redacción de un periódico. Recuerdo como si fuera hoy lo que más
me impactó de ese primer instante: los teléfonos que no dejaban de sonar y la
neblina provocada por el humo del tabaco.
El despacho de Hernando se encontraba en la
esquina más soleada de la redacción. De la entrevista solo recuerdo dos cosas.
Primero, que a los pocos segundos de conversación él me tuvo que explicar que en
un periódico todo el mundo se tutea (llamar de usted al jefe es el típico error
que todo aspirante a becario comete en su primera entrevista en un medio de
comunicación). Y segundo, que me había convocado porque le había gustado mucho
la forma diferente en la que había presentado mi currículo (lo maqueté como si
fuera una revista).
No recuerdo bien si aparte de la entrevista
hubo algún tipo de prueba adicional, que es lo que suele hacerse en esos casos.
Lo que sí recuerdo es que estuve muy nervioso durante varios días, hasta que de
nuevo Carmen me llamó y me citó para empezar mi beca el 1 de junio. Ese día
empezamos nuestra andadura en ‘La Gaceta de los Negocios’ varios pipiolos como
yo: Cristina Blas, María Cupeiro, Carlos Bueno, Ángel Peña…
Tras una charla de bienvenida por parte de
Hernando, saludamos a Rivasés y luego fuimos distribuidos por secciones.
Aquello era un periódico económico en toda regla, y las secciones eran España,
Mundo, Mercados, Finanzas, Empresas y Civilización (Sociedad, Cultura y
Deportes).
Yo fui ubicado en la sección de España, coordinada por Enrique Morales y que contaba con Santiago de Juan,
Carlos Morán, Inmaculada G. de Molina y Ana Serrano. La sección estaba
especialmente tutelada por los dos jefes de redacción, Amador G. Ayora y Jesús
Martín, que estaban sentados junto a nosotros.
De esa primera redacción recuerdo a Carlos Álvaro
pilotando la sección de Mundo junto a Fran Barcia; a David Adame, Nuria
Salobral y Víctor Relaño en Finanzas; a Ángeles Oregui y Patricia Carmona en
Mercados; a Miguel Janer, Javier Cervera, Lucía Cecilia, Chimo Ortega, José
Manuel Burgueño, Meli Torres, Javier Serrano y Lourdes Tejedor en Empresas; a
Antonio Lorenzo en Civilización; a Rafa Esparza, Antonio Chacón y Víctor
Cruzado en Cierre; a los Molina en Gráficos; a Rosa Gil, Jesús Maqueda y
Antonio Lago en Fotografía; a Edu Cruz, Juanma López y Víctor Pacho en
Maquetación; a Emilio J. González en Opinión… (perdón por los nombres que se me han olvidado).
Aquel verano fue fantástico. Como ‘La Gaceta
de los Negocios’ era un periódico pequeño, la redacción se quedaba en cuadro
durante el verano, así que los becarios teníamos mucho margen para hacer cosas…
que en el fondo es lo que quiere todo becario. Recuerdo que mis primeros artículos
fueron sobre una huelga de pilotos de Iberia. Y a los pocos días escribí una
historia sobre el departamento de blanqueo de capitales del Banco de España que
acabó abriendo el periódico un lunes por empeño personal de Hernando, que siempre ha sido uno de mis ángeles de la guarda.
Al terminar el verano, Juan Pablo de
Villanueva asumió por fin la dirección del periódico. Quería darle un impulso
al proyecto y, sin perder el perfil económico, conferirle un peso creciente a cuestiones
como la política o la sociedad. Y ahí es donde yo encontré mi nicho. Me
renovaron el contrato y me dediqué a cubrir la actualidad política nacional:
cada día escribía sobre el evento más importante, ya fuera en el Congreso, en
La Moncloa, en las sedes de PP o PSOE o en la Audiencia Nacional.
De esos meses recuerdo los consejos de
ministros de los viernes, siempre acompañado por el fotógrafo Antonio Lago. Y
también grandes historias como el juicio en el Supremo por el secuestro de
Segundo Marey, con Felipe González como testigo, la entrada en prisión de Vera
y Barrionuevo en la cárcel de Guadalajara, las primarias entre Almunia y
Borrell, la posterior dimisión de éste…
Eran otros tiempos. Tiempos en los que apenas existían teléfonos móviles y en los que sólo había Internet en algunos ordenadores
de la redacción. Y las convocatorias llegaban por fax.
A finales de 1998 apareció ‘La Razón’, y
algunos miembros de nuestro equipo se fueron a ese periódico. Fue justo en ese
momento cuando Juan Pablo hizo jefe de Redacción a Miguel Ors Villarejo, que
llevaba varios meses empapándose del funcionamiento del diario y escribiendo editoriales desde una mesa muy cercana a la mía.
Aprendí mucho de Hernando, Enrique y el resto
de compañeros, pero Miguel fue mi gran maestro en esos primeros meses. Cogía cada
una de mis crónicas y las destrozaba línea por línea. Me anotaba las
correcciones en los márgenes y me obligaba a rehacer los artículos hasta que
quedaban perfectos.
Por aquel entonces, yo compatibilizaba el final de mis
estudios con el trabajo en ‘La Gaceta’, pero me pagaban tan poco que mantenía
un empleo de portero durante los fines de semana para poder costearme la vida
en la capital. Yo no le había dicho lo de mi otro empleo a nadie, pero un día
Hernando me planteó la posibilidad de que empezara a trabajar también algún
domingo y tuve que confesarlo. En cuanto Juan Pablo se enteró, me subieron el
sueldo para que pudiera dejar la portería y dedicarme a pleno rendimiento al
periodismo.
En la primavera de 1999 me enteré de que se
marchaba a Nueva York Iñaki Sáez-Benito, nuestro corresponsal en Bruselas. Y
yo, ni corto ni perezoso, como estaba ya algo aburrido del politiqueo
madrileño, le propuse a Miguel Villarejo la posibilidad de trasladarme a Bruselas y
escribir desde allí. La idea le gustó y Juan Pablo la bendijo.
Y así es como en julio de 1999 aterricé en
Bruselas, ciudad en la que nunca antes había estado y donde no conocía a nadie.
Eran tiempos convulsos: la Comisión Europea acababa de dimitir en bloque por
diversos escándalos de corrupción, la OTAN estaba en plena guerra en Kosovo, las
estanterías de los supermercados de media Europa se habían quedado sin galletas
por el escándalo de las dioxinas y, para colmo, Coca-Cola también tuvo que
retirar sus latas de Bélgica por una partida defectuosa…
Me instalé como pude y poco a poco fui
cogiendo ritmo. ‘La Gaceta de los Negocios’ no tenía en Bruselas ninguna
infraestructura, así que lo primero que propuse fue montar una oficina. Y, como
las noticias en la UE no paraban de florecer, mis jefes lo autorizaron, así que
busqué un sitio céntrico y barato y lo amueblé como pude. La sede estaba en el
número 176 de la calle Joseph II, justo enfrente del edificio Berlaymont, que
por aquel entonces estaba en obras por aluminosis.
Los años de Bruselas fueron magníficos. Las
noticias se sucedían: la ampliación de la UE al Este, la introducción del euro,
el tratado de Niza, el proyecto de Constitución europea… Eran los tiempos de
las ‘vacas gordas’ y, por ello, tuve el privilegio de viajar por todo el continente cubriendo las
innumerables cumbres de jefes de Gobierno y reuniones ministeriales… aparte de
las visitas habituales a Luxemburgo y Estrasburgo.
El periódico fue creciendo con el paso de los
años. Poco a poco fue dando exclusivas y haciéndose un hueco, hasta el punto de
que durante algunos meses tuteó al todopoderoso Expansión.
Yo hice lo que pude desde Bruselas. Mi
contribución fue más de cantidad que de calidad, pues había tardes que las
noticias de la UE eran tantas que escribía crónicas para casi todas las
secciones del periódico. Pero también di algunas exclusivas importantes, como
aquella vez que ‘La Gaceta’ publicó las previsiones económicas de la
Eurozona que la UE iba a hacer públicas horas más tarde. Aquel día nos citó
hasta la agencia Reuters.
También adelanté buenas historias sobre
Transportes y Energía, el departamento de la Comisión Europea que precisamente
dirigía Loyola de Palacio, motivo por el cual en la redacción especulaban a
modo de chanza con un supuesto romance entre ella y yo. La gran Loyola, que en
paz descanse, sabe que nuestra relación fue puramente profesional.
En enero de 2006, Juan Pablo decidió dar un
paso atrás y cedió el testigo de la dirección a Fernando Rayón, que se había
incorporado unos meses antes como redactor jefe de Civilización. Aquello fue
una sorpresa, porque todo el mundo pensaba que, si Juan Pablo se retiraba algún
día, su puesto debía heredarlo Miguel Villarejo o Hernando Calleja.
Fernando, al que yo había visto en persona
una sola vez, me llamó por teléfono y me dijo que quería que regresara a Madrid
para hacerme cargo de la sección de Nacional, pues su idea era hacer de ‘La
Gaceta’ un periódico generalista, aunque con la mejor información económica. Y
yo, que empezaba a aburrirme en Bruselas tras casi siete años, dije que sí y acepté el cargo de redactor jefe.
En mayo de 2006 me incorporé a la sede de
Pantoja y me busqué un piso justo al lado porque sospechaba que iba a echar
muchas horas en el periódico. La sección de España la pilotaba hasta entonces el
mítico Mariano González, quien asumió con maravillosa humildad la llegada de
aquel joven impetuoso procedente de Bruselas.
Visto con los años, debo reconocer que aquel
dúo que formábamos Mariano y yo era una magnífica idea de Rayón. Mariano aportaba la experiencia y yo la fuerza. Juntos
levantamos una sección de Nacional a imagen y semejanza de la de los grandes
periódicos y, espero no olvidarme de nadie, con los siguientes componentes: Eduardo
Toledo, Jorge Valero, Luis Lacave, José María Olmo, Roberto Ruiz Ballesteros,
Antonio Rodríguez, Diego Carrasco, David Fernández, Alberto Martín-Aragón y
Juanma Romero. Y, por supuesto, también contamos con la ayuda del extraordinario fotógrafo Borja Sánchez-Trillo.
Aquella sección de Nacional compitió durante
meses con los grandes periódicos. Dimos exclusivas impresionantes sobre el 11-M…
e incluso dijimos un mes antes del atentado en la T-4 de Barajas que la policía
sospechaba que ETA planeaba “un gran atentado con furgoneta bomba en las
afueras de Madrid”. Después de la explosión tuve que recorrer diversas tertulias de
radio y televisión porque nadie daba crédito de cómo podíamos haber sabido
aquello con antelación…
Las reuniones de primera página a las cinco
de la tarde eran apasionantes. Dirigía Rayón, y a su lado siempre estaban Hernando
y Miguel, así como Pepe Apezarena y Trapote, que llegaron al periódico para apuntalar el nuevo proyecto. Y luego estábamos Rafa Esparza (Cierre), Paco Perarnau (Mercados), Miguel
Ángel Valero (Finanzas), Fran Ruiz Antón (Empresas), Carlos Álvaro (Mundo),
Antonio Lorenzo (Civilización) y yo.
Puedo asegurar que, a pesar del ‘cabreo’ permanente del gran Carlos Álvaro, éramos moderadamente felices, como también lo fuimos durante los años anteriores. Pero, como suele suceder en la vida, la felicidad dura poco. En verano de 2007 una serie de movimientos en el accionariado de la empresa lastraron el poder de Juan Pablo y Fernando Rayón dejó de ser el director. Le sustituyó en septiembre José María García-Hoz.
Puedo asegurar que, a pesar del ‘cabreo’ permanente del gran Carlos Álvaro, éramos moderadamente felices, como también lo fuimos durante los años anteriores. Pero, como suele suceder en la vida, la felicidad dura poco. En verano de 2007 una serie de movimientos en el accionariado de la empresa lastraron el poder de Juan Pablo y Fernando Rayón dejó de ser el director. Le sustituyó en septiembre José María García-Hoz.
Ese verano contactó conmigo Jesús Rivasés,
que había asumido la dirección de la revista TIEMPO por segunda vez, y me
ofreció ser su subdirector (más tarde supe que Hernando Calleja recomendó mi fichaje). No lo dudé. Sospechaba que había terminado una etapa,
para mí y para el periódico, y era el momento de buscarse la vida en otro
sitio.
Y así fue. Durante los meses siguientes ‘La
Gaceta’ perdió el rumbo y muchos se bajaron del barco en cuanto pudieron. Y los
supervivientes se tuvieron que trasladar a un polígono que se llamaba,
curiosamente, “el calabozo”.
Desde finales de 2007, García-Hoz intentó
hacer un periódico de análisis, pero la cosa no fraguó… Hasta que llegó el
Grupo Intereconomía en 2009, liderado por Julio Ariza, y se lo compró al Grupo
Negocios, ya sin Juan Pablo de Villanueva, que había fallecido en noviembre de 2008.
La historia posterior es bien conocida. El
periódico volvió a la sede de Castellana 36 y acabó convirtiéndose de la mano
de Carlos Dávila en un diario generalista 100%, pero practicando un periodismo
muy alejado del que habíamos hecho años atrás.
El 26 de diciembre de 2013, después de 24
años y 7.759 números, dejaba de existir.
Yo trabajé en ‘La Gaceta’ durante diez años, así
que ayudé a escribir alrededor de 3.100 números. Visto con perspectiva, creo que
tuve la suerte de vivir los mejores diez años del periódico. Durante ese tiempo
hubo estabilidad (nunca nos dejaron de pagar) y se trabajó muy bien. Extraordinariamente bien, diría yo.
Juan Pablo de Villanueva era miembro del Opus Dei, pero por encima de todo era
un demócrata y un grandísimo periodista. Durante mi etapa en 'La Gaceta', jamás
recibí ninguna consigna ideológica y siempre pude escribir con plena libertad,
cosa que no es fácil en esta profesión.
Vaya mi recuerdo desde aquí a todos los que contribuyeron
a levantar ese periódico.
PD: Aparte de los ya mencionados, no me
quiero olvidar tampoco de Blanca Aguirre, Irene Rivas, Begoña Gallardo, Alfonso Pérez, Esther
Gala, Carlos Quirós, Luis Rivas, Urbano Ansa, Isabel Acosta, Ginés Cañabate,
Almudena Vigil, Cristina Pascual, Álvaro Lucas, Tamarindo Cáceres, Jesús García,
Eva Contreras, Julián Sánchez, Patricia Carmona, Alicia Serrano, Marta Hernanz,
Pepa Montero, Bruno Pérez, Ana Tudela, Isabel Gil, Joana Socías, Manuel Suárez,
Héctor Asensio, Enrique Calatrava, Miguel Elizondo, Concha Pascual, Julio
Luengo, Luis Alonso, Vicky Hernández, Elena Alonso Villalobos, Lola Ortega,
Rosana, Gonzalo Niederleytner, Nati Villanueva, Lourdes Tejedor, Miriam Zapata,
Marta Yoldi, Antonio Alonso, Pilar Gómez, Carolina Carbonell, Alberto Segovia,
Carlos Tomé, Ricardo Arroyo, Xavier Grau, Julen Sanz, Julio Iglesias, Marta del
Río, Juan Cardona, Carmen Porras, Isabel Rodríguez, Manuel Palos, Rocío Martínez, Gema Ruiz, Gema Velasco, Isabel Esparza, Juan Carlos González, Carlos Segovia, Miguel Jaque, Fernando Heller, Stefano Marchi, Miguel Amores, Javier Gómez, Álvaro del Río, Ana Palicio, Paco Rabadán, Ramón Gutiérrez, Rubén Reja, Fernando Barciela, Luis Reyes… Que me perdonen los que faltan, pero mi memoria es frágil.
Un abrazo a todos y muchas gracias por todo
lo que me habéis enseñado.
Twitter: @alvaronieto
.
Twitter: @alvaronieto
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Muchas gracias Álvaro por una crónica tan exhaustiva y personal..... algunos detalles no los olvidaré, otros son una aportación..... me alegra que del estrés de aquella redacción, tan profesional, hayas sacado tantas cosas buenas :). Gracias por recordarme como jefe, siendo el extraordinario periodista que eres (eso lo vimos muchos). Abrazos
ResponderEliminarMuchas gracias Enrique, un fuerte abrazo.
EliminarUna estupenda crónica Álvaro. Cuando muere un medio de comunicación quedan atrás muchas historias personales y la tuya, contada en primera persona, es especialmente interesante porque te moviste mucho dentro de La Gaceta.
ResponderEliminarUn abrazo y a seguir luchando por defender las buenas historias y los buenos contenidos en estos tiempos complicados para la Prensa de verdad, la que hacen los Periodistas como tú.
Pablo, muchas gracias por tus palabras. Seguiremos peleando mientras nos dejen. Un abrazo.
EliminarFelicidades por tu crónica Álvaro. Yo también comparto contigo que aquellos años fueron los mejores de mi carrera periodista y reitero tus palabras Juan Pablo Villanueva además de ser un demócrata era un grandísimo periodista, un maestro imposible de olvidar aunque cierren La Gaceta. MELI TORRES
ResponderEliminarGracias Meli, un abrazo.
EliminarÁlvaro, te encuentro de repente y casualmente. Con qué moderación, sentido de la justicia -como un maestro del sentido común-, has escrito una de la etapas más bellas de La Gaceta. Todo cambió poco a poco, cuando tuvo que cambiar, y al presente se lo comía , también poco a poco -al mismo compás-, lo que ya sólo podía ser nostalgia. Gracias por todo, camarada. Rafa Esparza
ResponderEliminarGracias a ti, Rafa, por todas las noches que compartimos juntos haciendo ese periódico, un abrazo.
EliminarMe acabo de encontrar esta fantástica crónica... Qué buenos tiempos aquellos!! Un abrazo, Gonzalo Nieder
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